Soto Jaramillo, Viviana2024-03-152024-03-152020-04https://repo.umc.cl/handle/umc/2854La escuela, como realidad institucional, es una construcción social. Las necesidades e intereses políticos, económicos, sociales y culturales determinaron su apariencia y continúan siendo su principal apoyo. La universalización y el derecho a la educación permanente han llevado a una enorme diversificación del sistema educativo más allá de la escuela. La escuela de hoy no puede limitarse a transmitir información sobre temas, a transmitir conocimientos del libro de texto. Es una síntesis entre la cultura experimentada en la calle y la cultura formal que es el dominio del conocimiento, las habilidades de pensamiento. Sobre todo, se busca que la escuela sea un medio capaz de formar ciudadanos solidarios, responsables, intervinientes y preparados para enfrentar cambios permanentes. La escuela debe saber cómo crear condiciones para que los estudiantes asimilen el espíritu de cambio. La innovación educativa es un proceso que cuestiona, en todo momento, el pasado y el presente, exigiendo el compromiso de los agentes escolares, la comunidad a la que pertenecen y el sistema en el que operan, para que el cambio ocurra y los estudiantes se formen para que puedan contribuir a la construcción de una sociedad que corresponda a sus deseos. La preocupación por el equilibrio en la sociedad no puede conducir al estancamiento, sino más bien a estimular la provocación de cambios que tengan como objetivo el beneficio de cada individuo y la comunidad a la que pertenece. Por otro lado, administrar una escuela efectivamente requiere una acción coherente, coordinada y de apoyo por parte de todos los miembros de la 6 comunidad educativa. Básicamente, innovar es aprovechar los márgenes de libertad y autonomía que tiene la escuela para encontrar respuestas que contribuyan para que esta institución y los agentes que trabajan allí encuentren los caminos del cambio y el progreso, capaces de conducir a procesos educativos cada vez más eficiente y efectivo. Esto significa que las escuelas deben adoptar modelos educativos, de acuerdo con la pluralidad y diversidad de los elementos que integran las comunidades educativas a las que pertenecen. La preocupación por definir, a través del Proyecto Educativo Institucional – PEI de la escuela, los "perfiles de cambio" lleva a los actores educativos a cuestionarse sobre su identidad, sobre lo que son o les gustaría ser, y cómo podrían reducir la distancia entre los quiénes son y qué les gustaría ser. Es a través de esta búsqueda constante que se definen los valores que inspirarán, guiarán y liderarán la acción educativa. El PEI adquiere así un valor simbólico para los actores y un valor operativo en la medida en que guía una acción concreta a promover. El Proyecto Educativo Institucional como instrumento para “planificar la acción educativa” y “construir la identidad de cada establecimiento educativo” requiere una concepción de la escuela como una “organización que piensa continuamente en sí misma” Costa (2003a:56). Al definir la visión estratégica de lo que está destinado a la escuela y la visión interpretativa de su misión, el PEI crea la oportunidad y explora la capacidad de los profesores, juntos, para reflexionar sobre la escuela, sus funciones, sus problemas y las formas para resolverlos. Solo en esta concepción el Proyecto Educativo tendrá sentido y permitirá que la escuela logre su autonomía. En esta perspectiva, el proceso de concebir e implementar el PEI es un proceso que involucra a personas que, de manera colectiva, permanente y continua, realizan un análisis crítico constante del estado de la escuela, deciden soluciones para la continuidad o el cambio y evaluar las consecuencias de sus decisiones. Este proceso depende, además de otros factores, del papel desempeñado 7 principalmente por los docentes, ya que se asumen como elementos clave en la construcción de los cambios. La introducción de la identidad del Proyecto en la escuela implica un cambio educativo, pero para que tenga sentido, es necesario, sobre todo, concebir a los maestros como "aprendices sociales", negando la tendencia a identificarlos como "aprendices técnicos" (Hargreaves, 1998). No es posible hacer una flexibilidad curricular basada en el trabajo cooperativo, sin cambiar la forma tradicional en que trabaja la escuela y, en particular, la forma en que trabajan los maestros y sus prácticas, ya que es en ellos donde se manifiesta y evalúa el título. La realización de estas autonomías. El profesor es la clave fundamental para la realización del cambio, lo que significa que, al involucrar a los profesores en el proceso de toma de decisiones, en la revitalización o innovación de las estructuras existentes y en el análisis, la discusión y la reflexión crítica, estamos ganando docentes que contribuyen al cambio y, en consecuencia, favorecen la creación de una verdadera cultura de colaboración. Por lo tanto, es importante verificar cómo las escuelas y los docentes han podido hacer frente a los cambios: cómo se entendieron y cómo se practicaron; en otras palabras, cómo se respeta y aplica el documento guía más importante, dirigido a garantizar la coherencia y la unidad de la acción educativa de una escuela: el Proyecto Educativo Institucional. Así, este Proyecto presenta, en una primera parte, los fundamentos teóricos con la revisión de la literatura relacionada, parte la justificación teórica la elección de metodologías e instrumentos que guiaron esta investigación, a saber, la opción para el estudio de caso y un enfoque cualitativo, así como las técnicas de recopilación de información utilizadas, para comprender el plan metodológico y su coherencia, después la exposición de la problemática del objeto del estudio, así como las preguntas que serán objeto de investigación en el estudio, en una segunda parte, su discusión y una breve propuesta de intervención que va en contra de los resultados obtenidos.esEl Proyecto Educativo Institucional como Documento Guía para la Vida EscolarThesis